miércoles, noviembre 01, 2006

Recargado


Después de algunos problemas con la interfaz del blog, estoy inaugurando una nueva cara para está página. La línea editorial conserva su sentido original.

sábado, octubre 21, 2006

Revolución Pingüina V. 2.0


Parece que se acabó el ímpetu. Tal vez, sólo quedó el ímpetu.
Las ideas se desvanecieron, se diluyó el "ánima original" de un movimiento fresco, propositivo, casi mesiánico que nos inundó de esperanzas en una juventud que sólo parecía ser el resultado de la multimedia, del mp3, teléfono celulares multipropósito, del messenger y cuanta porquería aturde las mentes de la actual generación de escolares que llena las aulas del país (es un hecho que la brecha digital ya no existe, todos tienen acceso a la información y a estos artefactos).
Los dirigentes escolares cada vez se notan más virulentos, camorreros, politiqueros cayendo incluso en la grosería. Me parece que cuando las ideas no son suficientes se llega a un punto donde se busca cualquier excusa para victimizarse y llegar a la conclusión falaz de que los compromisos contraídos por la autoridad represora no se cumplieron (lo que es cierto). Sin embargo, para cambiar este negro panorama hay que estar dentro del sistema, buscar los mejores argumentos para demostrar así que la Comisión Asesora Presidencial de Educación no es más que una forma de apaciguar los ánimos y la efervescencia del movimiento secundario. Una medida tan inocua (tal vez inicua) como querer saciar el hambre con un libro de cocina.
Mención aparte merece la política del terror utilizada por las autoridades ministeriales y edilicias para aplacar la incipiente ola de nuevas tomas dentro de los colegios; hemos sido testigos de despliegues de fuerza que intimidarían hasta al delincuente más temerario de la población más beligerante de la capital, esto acompañado de amenazas de cancelación de matrículas y cierres de año escolar para los estudiantes involucrados (por poco y el señor Labbé nos decreta toque de queda).
Como vemos, se da una lógica de violencia y represión, donde ambas partes son culpables: los escolares, por no encontrar mejores medios para demostrar su malestar y proponer una nueva agenda que aborde los temas cruciales de la educación nacional; la autoridad, por despertar en el inconsciente colectivo nacional, la sensación de una mano dictatorial que nunca quiso escuchar y sólo respondió con violencia. Esperemos que el círuclo vicioso se rompa, todo está en las manos de aquellos que piensan con altura de miras en una sociedad mejor.
Todo lo anterior no es más que la flor y nata de un modelo económico que tiene su fin en sí mismo, que se encuentra en la frenética lucha por eternizarse así, tal como está: deshumanizado, individualista, y en manos de una oligarquía ciega, a veces pegada en un pasado doloroso que ni siquiera los rozó y que por obra de doña Fortuna, los posicionó como los emblemas de un democracia caída del cielo... pero como una lluvia ácida, pués es triste, de papeleo, de libro de reclamos, de esos que van directo a un estante para perderse como un "archivo" o, lisa y llanamente, al tacho de la basura, para convertirse en materia orgánia dentro de un vertedero que vacía sus pestilentes líquidos en las plantaciones que nos suministran los nobles frutos del país.
Espero que el germen de mayo crezca y sea el primer paso hacia un país justo, sin desigualdades, de competencia equitativa, en definitiva, un Chile democrático de verdad, no a la chilena.

viernes, agosto 04, 2006

LA NOCHE BOCA ARRIBA

Les presente un cuento del insigne escritor latinoamericano (uruguayo) Julio Cortázar. Un relato que constituye un muestra perfecta del estilo único del autor de Rayuela, donde la realidad adopta sus más extraños pero verosímiles matices.
No es casualidad que consideremos a Cortázar como uno de los máximos exponentes del llamado boom de la literatua hispanoamericana.
Es uno de las lecturas que más me ha impactado. Ubérrimo en interpretaciones y germen de reflexión sobre historia, ficción y vida moderna.
Leánlo, no se arrepentirán.

See ya

La noche boca arriba

Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos;
le llamaban la guerra florida.

A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.

Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pié y con la mano, desviandose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.

Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podia soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecín pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en la piernas. "Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina de costado..."; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien y alguien con guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.

La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. "Natural", dijo él. "Como que me la ligué encima..." Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerro los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento.

Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.

Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huír de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.

Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. "Huele a guerra", pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía alli como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.

-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo. Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la últim a visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes, como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor, y quedarse.

Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trozito de pan, mas precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.

Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. "La calzada", penso. "Me salí de la calzada." Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él, aferraba el mango del puñal, subió como un escorpion de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y al la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada mas alla de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.

Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás. -Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien.

Al lado de la noche de donde volvía la penumbra tibia de la sala le parecío deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebio del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.

Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintio las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frio le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno.

Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el mas fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el brónze; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero como impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de su vida.

Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegados a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, deseparadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, escubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en al cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los pÿrpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.

lunes, julio 24, 2006

CRIMINAL - Sicario (2005)

Si el anterior post fue una muestra del rock como medio apto para la transmisión de emociones patéticas, cercanas a la melancolía, en esta ocasión les ofreceré una muestra de lo más intenso y aggressor del metal que aunque cueste creerlo, viene de Chile. Aquí va una reseña a datos de la historia de la banda liderada por uno de los caciques fundadores de la escena metalera chilena, Anton Reisenegger.
Criminal se formó en Santiago de Chile a fines de 1991 por Anton Reisenegger (guitarra y voz) y Rodrigo Contreras (guitarra). Anteriormente Reisenegger había liderado a Pentagram, uno de los grupos Death Black Metal más importantes del underground mundial, cuya influencia es reconocida hasta hoy por bandas como Napalm Death y Dismember. Semanas después se les unieron J.J. Vallejo (batería), quien había tocado en un grupo previo junto a Contreras, y Juan Francisco Cueto (bajo). La banda debutó en vivo como teloneros de Kreator frente a 4.000 personas, en Abril de 1992. Dos demos grabados ese año comenzaron a circular en la escena local, y principalmente el segundo, titulado ‘Forked’, recibió muy buenas críticas en revistas internacionales como Terrorizer (Inglaterra) y Aardshok/Metal Hammer (Holanda).
El año siguiente Criminal realizó un intenso calendario de presentaciones en todo Chile, y en 1994 grabó su primer álbum, “Victimized”, en forma independiente. Poco tiempo después la banda abrió dos de los shows de Sepultura en Santiago, ante un total de 8.000 personas. “Victimized” vendió 1.000 copias en las tres semanas siguientes a su publicación, lo que llamó la atención de la multinacional BMG, que adquirió los derechos del disco y fichó al grupo. El álbum fue publicado en Argentina, México y Japón, y los videoclips de ‘New Disorder’ y ‘Self Destruction’ comenzaron a rotar fuertemente en el programa "Headbangers" de la cadena MTV Latino. Ese año Criminal salió por primera vez fuera de Chile, presentándose en Buenos Aires y Montevideo. En 1995 el grupo viajó a México para tocar en un festival de Metal Latinoamericano en Ciudad de México y Guadalajara. A la vuelta de este viaje, J.J. Vallejo se retira de Criminal, siendo reemplazado rápidamente por Jimmy Ponce (ex-Slavery). En 1996 el grupo abrió los shows de Motorhead y Bruce Dickinson en Santiago, y fue publicado un EP en vivo titulado “Live Disorder”.
El segundo álbum de la banda, llamado “Dead Soul” (1997), fue producido por Vincent Wojno, quien había trabajado junto a grupos como Machine Head y Kreator. Este álbum vendió más de 10.000 copias sólo en Chile, y fue publicado bajo licencia en U.S.A. y Europa por Metal Blade Records, recibiendo excelentes críticas en las revistas especializadas más importantes del mundo, tales como Rock Hard (Alemania) y Metal Maniacs (U.S.A.). El videoclip de ‘Collide’ fue nominado en la categoría "Mejor Video de Rock" por MTV Latino. “Dead Soul” fue lanzado en Santiago en un concierto en que la banda compartió cartel con Napalm Death, show que fue transmitido por la televisión abierta, y en que Mitch Harris (N.D.) subió al escenario para tocar el tema de Pentagram, ‘Demoniac Possession’ junto a Criminal. La gira de promoción de “Dead Soul” abarcó países como Perú, Argentina, Uruguay, Venezuela y Colombia, donde la banda se presentó en el marco del festival "Rock Al Parque" ante 50.000 personas. Destacan también los shows en Santiago y Buenos Aires junto a Exodus, donde Criminal se unió a los norteamericanos en los coros de su tema ‘Brain Dead’. A fines de 1998 fue lanzado el disco “Slave Master Live”, una recopilación de temas en vivo y en estudio, que incluye el demo “Forked”. En 1999 el grupo realizó una gira de 15 fechas por U.S.A., incluyendo el festival "Milwaukee Metalfest" y shows de soporte de Cradle of Filth, Testament y Overkill.
El tercer álbum de Criminal, producido esta vez por Contreras y Reisenegger, fue grabado a comienzos del 2000, bajo el nombre de “Cancer”.
El siguiente trabajo de la banda fue el disco "no gods no masters", disco que mezcla la fuerza e intensidad de siempre con elementos mas experimentales a partir del trabajo mas elaborado en teclados.
Actualmente, Criminal reside en Europa y cuenta con la siguiente formación: Anton Reisenegger, en voz y guitarra, Rodrigo Contreras en guitarra, Robin Eaglestone en bajo, Zac O´Neil en batería y Mark Royce en teclados.
Finalmente, el año 2005 nace un álbum consagratorio para la banda, SICARIO. Portador de una calidad en la producción que se encuentra a la par o en supremacía a las grandes bandas del género (Sepultura, Kreator, Annihilator, etc...). Sin duda, el éxito en críticas en todas las revistas especializadas es el premio al esfuerzo para esta banda que, a pesar de un devenir algo turbulento se ha mantenido con la convicción de que el metal es una de las grandes formas de mostrar el lado más brutal y destructivo de la naturaleza humana, pero en forma de riffs acompañados por una batería demoledora, veloz y a la vez virtuosa (¿qué más se puede pedir?).
Este año tuve la oportunidad de estar en el recital ofrecido por Criminal en el nuevo Teatro Caupolicán, ocasión donde demostraron su contundencia con una puesta en escena sobria, pero generosa en térmonos del repertorio y la calidad del sonido que permitió apreciar en plenitud el reencuentro de estas leyendas vivientes del trash-metal nacional y sudamericano con un público incondicional que supo recibir y devolver la energía entregada por la banda, generando así un feed-back que tuvo puntos de paroxismo en temas como "Self Destruction" y "Cancer", dos clásicos imprescindibles en su discografía (a pesar de que nos dejaron con las ganas de escuchar Collide).

Los temas:

1. Rise And Fall
2. Time Bomb
3. Walking Dead
4. The Root Of All Evil
5. Shot In The Face
6. Sicario
7. The Land God Forgot
8. Preacher Of Hate
9. Touch Of Filth
10. From The Ashes
11. Por La Fuerza De La Razón
12. Self Destruction (Bonus Track)(OMG!!!)

jueves, junio 01, 2006

Revolución pingüina

Es increíble la cantidad de acontecimientos ocurridos en el último tiempo.
Hace tiempo que necesitamos cambios en un sector que es vital para la patria. Un país sin educación o con una formación débil no tiene derecho a nada, ni siquiera a las buenas intenciones. El movimiento estudiantil ha servido,por una parte, para destapar la crisis que vive la educación pública, particular subvencionada y sobre todo la municipal, donde los resultados son, obviamente el reflejo de la brecha socieconómica y cultural que existe en Chile entre los sectores depositarios de los beneficios del sistema económico imperante.Esto resulta paradójico en la especial situación que atraviesa el país, tras 16 años de gobiernos democráticos de centro izquierda, administradores de una bonanza económica que ni los más optimistas esperaban.
Con todo, lo más relevante de este movimiento es la aparición de una juventud de pingüinos que se ha informado, ha sido agente de pensamiento crítico y , lo más importatnte, ha sido gestora de un clima de reflexión nacional sobre lo que tenemos ahora y a lo que es posible aspirar
Otro punto a destacar es la creciente necesidad en los adolescentes de conocer e informarse en los en torno a temas tan complejos como leyes orgánicas, agendas de país y aspiraciones que, en algunos casos rayan en lo utópico. Parece que los estábamos subestimando.
Ante este espectáculo no me queda más que sacarme el sombrero frente a los escolares de Chile, como un acto de apoyo.

lunes, marzo 13, 2006

Falling to pieces


Back and forth, I sway with the wind
Resolution slips away again
Right through my fingers, back into my heart
Where it's out of reach and it's in the dark
Sometimes I think I'm blind
Or I may be just paralyzed
Because the plot thickens every day
And the pieces of my puzzle keep crumblin' away
But I know, there's a picture beneath
Indecision clouds my vision
No one listens...
Because I'm somewhere in between
My love and my agony
You see, I'm somewhere in between
My life is falling to pieces
Somebody put me together
Layin' face down on the ground
My fingers in my ears to block the sound
My eyes shut tight to avoid the sight
Anticipating the end, losing the will to fight
Droplets of "yes" and "no" In an ocean of "maybe"
From the bottom, it looks like a steep incline
From the top, another downhill slope of mine
But I know, the equilibrium's there
Indecision clouds my vision
No one listens
Because I'm somewhere in between
My love and my agony
You see, I'm somewhere in between
My life is falling to pieces
Somebody put me together


Esta es una de las canciones que más me ha marcado, un verdadero himno.